Decisiones difíciles para unas elecciones extraordinarias

Con este post intento concluir las reflexiones que abrí en julio. La primera idea que enuncié fue que no podíamos afrontar las próximas elecciones generales como unos comicios normales. Primero, porque hay una situación de emergencia social que hace urgente recuperar las instituciones a favor de la mayoría. En segundo lugar, y muy relacionado con lo anterior, porque las perspectivas electorales están más abiertas que nunca: millones de personas han abandonado el voto desapasionado a lo de siempre y están dispuestas a buscar alternativas; especialmente la gente más joven. Y, por último, porque es un momento clave para la posibilidad de construir un espacio de unidad popular, de autoorganización de la gente para la transformación social más allá de lo electoral. O nos planteamos estas elecciones como parte de la hoja de ruta para construir un movimiento popular de amplia base a partir de 2016, o las posibilidades de cambio serán alicortas y se quedarán por el camino.


Sin embargo, no es fácil encontrar el camino más recto para lograr esos objetivos. En las últimas publicaciones he intentado analizar los aciertos de Podemos para haber llegado ser protagonista principal del cambio; los motivos por los que creo que, a pesar de ello, debe haber una candidatura "más allá de Podemos";  las razones por las que creo que dicha formación se muestra reticente a una confluencia que no esté absolutamente controlada; y, por último, mi opinión sobre si esas reticencias tienen o no sentido.

Ello me ha servido (y ojalá a alguien más) para entender mejor por qué no está siendo posible llevar a cabo de manera sencilla lo que, de manera intuitiva, mucha gente ve como la salida lógica y natural: ¡uníos, aprovechad la oportunidad!. Para comprender por qué se está dando al traste con el modelo que, para mí, habría sido ideal, que sería algo similar a las candidaturas municipalistas que han triunfado en varias ciudades el pasado mes de mayo. Un espacio común, un terreno neutral entre organizaciones y gente no organizada a través de fórmulas democráticas y abiertas. Un modelo que me parece no solo deseable ética y estéticamente, sino también por eficacia electoral, porque es capaz de movilizar y activar a una amplia base social. Ese era el anhelo que inspiraba el llamamiento de Ahora en Común, pero hemos de asumir que esa vía ha quedado frustrada u obligada a reinventarse, toda vez que no es aceptada por el principal actor llamado a participar de ella.

Muchas veces lo mejor es enemigo de lo bueno. De hecho, no todo ha sido  ejemplar en la construcción de las candidaturas municipalistas del 24-M. En muchos casos, se ha tenido que pagar peajes duros para conseguir unir a todo el mundo. Pero benditos peajes si han servido para no dar al traste con lo que finalmente se ha conseguido. Es más que posible que para las generales, si queremos conseguir un cambio, tengamos que asumir peajes mucho más desagradables. Los tiempos son aún más cortos, la pluralidad territorial es enorme, la realidad de las organizaciones es enormemente compleja, los liderazgos están más predefinidos...

Así, el principal actor (Podemos) ha señalado reiteradamente en qué condiciones está dispuesto a construir candidaturas unitarias: mediante acuerdos territoriales, seguramente no en todos los territorios, y solo con fuerzas de ámbito autonómico o provincial y "espacios de unidad popular". Esa confluencia a la carta, asimétrica política y territorialmente pone las cosas realmente difíciles. En primer lugar, porque resta buena parte del potencial de energía e ilusión que tuvieron las candidaturas del 24-M; se pergeñarían con el freno de mano echado, tratando de controlar cada detalle. Pero, en segundo lugar, porque las condiciones son draconianas para organizaciones estatales como IU o EQUO, ya que su presencia se limitaría a la participación de sus miembros a través de esos espacios de unidad popular, ya sean preexistentes (candidaturas municipalistas) o nuevos. Y, muy probablemente, deberían asumir que en algunos territorios ni eso sería posible, dando lugar a situaciones realmente complejas. ¿Qué deberían hacer en las provincias donde no se alcance una candidatura unitaria? ¿Competir contra quien sería su aliado en el resto de lugares? ¿Renunciar a presentarse a las elecciones y a tener una candidatura de referencia en su ámbito? La papeleta (y nunca mejor dicho) es endemoniadamente complicada.

No obstante, y sin menoscabo de seguir proponiendo fórmulas como las que he planteado antes, voy a plantear una serie de razones por las que creo que IU (que es lo que me toca) no debería descartar asumir una confluencia asimétrica:
  1. Porque las condiciones que se plantean son inasumibles para una organización, e incluso para cualquiera que se haya creído seriamente el discurso del protagonismo ciudadano. Pero, como he dicho inicialmente, no son éstas unas elecciones cualquiera: si lo medimos desde el punto de vista de la emergencia social y del escenario de efervescencia electoral, ir a un escenario de competencia electoral sería una irresponsabilidad. Forzada, si queremos, pero irresponsabilidad al fin y al cabo. A la gente común poco le importaría de quién fue la culpa, y es a ella a quien nos debemos.
  2. Porque nos toca asumir con humildad un papel secundario para ser útiles a la gente. Hubo un momento en el que IU tuvo una posición preponderante, pero no supo jugar sus cartas para construir en torno a sí un movimiento más amplio que incorporara en pie de igualdad a otros actores y a la ciudadanía en general. Dimos pasitos cuando se necesitaban zancadas, y la realidad nos pasó por encima. Intentemos no perder para siempre el tren, aunque sea en el vagón de cola.
  3. Porque es muy complicado pedir a otros lo que uno no ha sido capaz de hacer. Ya hablé el otro día sobre la credibilidad de la apuesta de IU en este momento, y también dije que eso no disculpaba la soberbia ni los errores de Podemos. Pero así nos pasaríamos la vida, echándonos en cara quién empezó y quién ha sido más irresponsable. Las revanchas, al futbolín, por favor, que nos jugamos la vida de la gente.
  4. Porque la fórmula que se propone no es la mejor (yo ni siquiera lo llamaría confluencia), pero tampoco es algo nunca visto. En las mismas autonómicas de mayo pasado IU y EQUO alcanzaron un acuerdo en Castilla y León en el que eligieron a sus respectivos candidatos por procesos distintos de primarias abiertas, por separado, y sin que hubiera posibilidad de replantear al candidato a la Presidencia de la Junta que había elegido IU. Amén de que no en todas las provincias se consiguió que cuajara igual. Obviamente no es lo mismo, ni nadie lo consideró el modelo ideal; pero de nuevo, bendito acuerdo para conseguir representación rojiverde en las Cortes.
  5. Y, por último, porque es necesario mirar la situación con luces largas. Las alianzas que se den para las elecciones generales no son (o no deberían ser) meros acuerdos electorales, sino el primer paso de un proceso de reconstrucción del espacio de la izquierda. Es necesario reflexionar de manera clara y sincera: todo ha cambiado y no va a volver a ser igual. Y diré algo que creo que casi todo el mundo "en las alturas" tiene en la cabeza y comenta en voz baja: Izquierda Unida, tal y como la conocemos, ha agotado su recorrido como proyecto. Lo escribo con mucho dolor, pero creo que es evidente. Eso no significa que todo lo que ha hecho en estos casi 30 años no haya valido para nada, ni mucho menos. Pero una fuerza que pretendía aglutinar a todo el tejido sociopolítico crítico a la izquierda del PSOE se ve obligada a reinventarse toda vez que no es el único actor en ese campo, ni siquiera el mayor. Por supuesto, IU podría sobrevivir como organización, pues mantiene algo de peso institucional, sobre todo en algunos territorios, y seguramente podría aguantar el tirón unos años y quizá remontar un poco el vuelo si la aventura de Podemos no llega a buen puerto. Pero no estamos en política para eso, para mantener la carcasa a toda costa renunciando a participar de las posibilidades de transformación social. De hecho, la propia IU ya teorizó incipientemente todo esto antes de que el panorama se revolucionara. Refundación de la Izquierda, Convergencia, Bloque Social y Político... lo hemos llamado de mil formas, pero hemos sido incapaces de desarrollarlo porque pretendíamos que no nos desbordase sino que fuera un proceso controlado. Ahora nos toca asumir que es un proceso que se desarolla fuera de IU, o en el que, como mucho, somos un actor más. Si entendemos que lo importante es lo que ocurra después de las elecciones, la construcción de un movimiento popular de amplia base, y que lo que tenemos que aportar a ese proceso no es tanto nuestras estructuras, sino nuestro ADN, nuestro bagaje social, nuestra inteligencia colectiva, asumiremos que quizá estas elecciones han de afrontarse de una manera absolutamente extraordinaria. Si no, corremos el riesgo de caer en una marginalidad tan injusta como absoluta. E IU, su memoria, su gente, su experiencia es absolutamente imprescindible para construir ese movimiento popular, para dotar de robustez organizativa, cultural, ideológica a la brecha que se ha abierto. Para que no tenga los pies de barro, como hasta ahora ha tenido Podemos.
Termino. Escribo todo esto con mucha amargura y sin tener nada claro qué se debe hacer en lo concreto. Pero con la certeza de que si no reflexionamos de manera así de cruda ahora, lo haremos a toro pasado, cuando ya no haya remedio. Que tengamos sensatez, fraternidad y una pizca de suerte.

Comentarios

esther ha dicho que…
Hola, chiguito,

Este verano me he ido ilustrando con tus reflexiones. El otro día me escuché una conferencia que dio Judith Butler en BsAs. Me encanta esta mujer porque, a partir de la deconstrucción del género (que es como la conocimos, al menos yo), nos ha ido llevando de la mano hacia los grandes asuntos de la política, dando forma a esa idea de la precariedad, que lleva tiempo trabajando, como expresión del reparto desigual de nuestra vulnerabilidad. Cerró su conferencia con esta frase, que es de quitarte el sentido…:

“Si en un punto no sabemos si estamos haciendo teoría o política, tal vez es porque nos hemos dado el tiempo de parar a pensar, estamos mapeando el campo político a medida que pensamos cómo actuar de mejor manera. A veces, hay coaliciones que emergen en medio de estos pensamientos públicos, a veces, quienes vivían de una forma sombría encuentran otra forma de vivir cuando las categorías se abren. Así, la teoría podría ser entendida como una experimentación con lo posible, y la idea cada vez más grande de lo que es posible, a veces, hace que la vida sea más vivible.”

Y hoy, leyendo tu post, es como si estas palabras se hubieran encarnado en lo que nos compartes. Gracias por tomarte ese tiempo para pensar en cómo actuar de mejor manera y brindarnos tus pensamientos, gracias por mapear el campo de lo político, gracias por hacer tan buena teoría y práctica política, gracias por el esfuerzo de abrir las categorías, gracias por experimentar (espero que más desde tus dudas que desde la amargura) con lo posible y, gracias por luchar para que la vida de la gente sea más vivible.

Gracias por esta sacudida hacia delante, por ser capaz de imaginarla y por empujarnos hacia un sueño que se va volviendo cada vez más fuerte, más real, más necesario…

Judith Butler es muy grande pero tú sigues siendo mi politólogo de cabecera ;-) Te admiro y te quiero, un besazo!!!
Juan ha dicho que…
Madre mía, Esther, me sonroja que mi nombre y el de Judith Butler aparezcan juntos... Me alegro de que sirva, creo que no digo nada del otro mundo, pero sí he intentado poner en orden algunas ideas que seguramente nos rondan a mucha gente por la cabeza, y eso siempre ayuda.

Yo te admiro, te quiero y te echo de menos. Besos!!