Alberto Garzón y el relevo generacional

No me andaré con rodeos. Alberto ha abierto un período de consultas para ver si se presenta a las primarias de IU y yo le digo: preséntate. Sé que mi opinión es de las menos relevantes de todas las que se pronunciarán, pero por mí que no quede. (NOTA: según estoy terminando de redactar el post veo que llego tarde). Al fin y al cabo se lo debo, pues revisando viejos posts me encuentro con que hace 6 años largos él apoyó mi (irrelevante y poco prometedora) candidatura al Congreso en los comentarios de este mismo blog. Creo que ya lo había comentado. Por entonces, era ese chaval de Málaga tan listo que escribía cosas de economía en su blog. Vamos, como ahora, pero más en familia.

Desde entonces, simplemente ha emergido, como otras muchas figuras, al calor del 15M. El maremoto que supuso, ha sacado a la superficie y encumbrado a la fama a personas que yo conocía desde hace años y cuya brillantez parecía condenada a la marginalidad por su ideología política. Sin embargo, el desplazamiento del sentido común que consiguió el movimiento puso en el centro del debate ciudadano ideas hasta entonces minoritarias y ha ido convirtiendo en referentes populares a intelectuales de izquierda. Por más que esté muy mediada por el tertulianismo, ha habido una repolitización ciudadana que ha hecho a mucha gente buscar explicaciones a la crisis y alternativas a la situación en los Navarro, Garzón o Torres, que ha dado visibilidad a liderazgos sociales como los de Colau, o que ha supuesto el caldo de cultivo para que una magistral operación de comunicación política haya convertido a un viejo conocido del "gueto" militante madrileño en el político mejor valorado del país. De locos.


El hecho de que muchas de las personas que están obteniendo más visibilidad sean bastante jóvenes se lee frecuentemente como una especie de moda. Una moda peligrosa, además, en la que pareciera pedirse hacer tabula rasa y que toda persona mayor de una determinada edad se eche a un lado sin que nadie le agradezca los servicios presados. Así, cuando el domingo pasado Cayo Lara anunció que no aspira a ser candidato a la Presidencia del Gobierno, hubo quien en esa misma reunión alertó del peligro de la "efebofilia" (políticamente hablando, se entiende). Creo que esa interpretación cae en dos errores importantes.

El primer error es no darse cuenta de que el fenómeno que se está produciendo no afecta a toda persona indistintamente en función de su edad. Como ejemplo paradigmático, el resurgir de Julio Anguita.  Por el contrario, se trata más bien del auge de determinadas posiciones políticas, de una interpretación del momento histórico y lo que toca hacer, que se perciben como más coincidentes con ese nuevo sentido común del que hablaba antes. Es cierto que en IU es mayoritariamente mucha de la gente más joven (usando generosamente el término juventud) la que comparte un determinado discurso. Pero eso tiene su explicación, como señalaré a continuación. E igualmente es cierto, por supuesto, que ni toda persona joven coincide con ello ni es una cuestión exclusivamente juvenil: como bien señalaba Hugo Martínez Abarca, alguien con tantos trienios como Felipe Alcaraz escribe diariamente tweets que yo mismo suscribiría si tuviera su ingenio y capacidad de síntesis.

El segundo error, bastante más grave, es obviar que ese componente generacional es producto de las transformaciones sociales profundas de nuestra sociedad. Como ya comentaba en un post anterior
la "generación más formada de la historia” se encontró con un desfase enorme entre su cualificación y las oportunidades reales de trabajar y en general de formar un proyecto de vida. Ya desde finales de los 80, por lo que hablo de un fenómeno que afecta prácticamente a todas las generaciones nacidas desde mediados de los 60, que fueron las primeras en acceder masivamente a altos niveles de educación, que contrastaban con un mercado laboral precarizado. Una generación mucho más cualificada que la de sus padres y madres se encontraba con muchas menos oportunidades laborales y de acceso a bienes y servicios básicos para planificar el futuro. Toda esa gente no ha podido pensar su vida en términos de emanciparse a los veintipocos, tener piso propio, un trabajo más o menos fijo e incluso si tiene cualificación, expectativas de hacer carrera laboral. Solamente el crédito barato y los ciclos expansivos de la economía han permitido que la precariedad fuera más llevadera porque al menos siempre había "algo"con lo que ir tirando. Pero la crisis se ha llevado ese espejismo por delante, lo cual supone millones de proyectos de vida frustrados. Solo así se entiende por qué de pronto se pasa de la atonía social de tantos años, incluso los primeros de la crisis, a una intuitiva respuesta contra todas las instituciones sociales, económicas, políticas, etc. y la búsqueda de alternativas radicalmente nuevas también en el terreno electoral.

Es lógico que las personas que hemos vivido esa frustración generacional en nuestras carnes o en las de nuestras amistades y personas más cercanas compartamos una lectura del momento que vivimos. Es lógico que entendamos mejor el 15M. Una persona con la formación y capacidad intelectual de Alberto Garzón, hace 30 o 40 años, habría tenido sin duda una plaza de profesor titular bien remunerada en cualquier universidad y él, como tanta otra gente, malvivía a base de becas intentando seguir con su tarea investigadora. Si hubiera intentado alcanzar una plaza de profesor, seguramente habría tenido que ser de falso asociado, en precario, cobrando menos de mil euros, como es el caso de muchas cabezas brillantes de la izquierda y los movimientos sociales. Otra mucha gente, millones, no llegamos a tanto, pero nos sacamos con cierta dignidad nuestra titulación universitaria. Yo, como tanta otra gente, jamás aspiré a trabajar "de lo mío" y me considero un afortunado por haber logrado una plaza fija de funcionario en un puesto que, si las cosas fueran justas, debería ocupar alguien con graduado escolar. Quienes no se resignan a dejar de lado su formación, se van fuera. De mis amistades casi exclusivamente quienes han emigrado trabajan "de lo suyo". Y mucha otra gente con formación profesional, con una cualificación mucho mayor que la de generaciones anteriores, ya no encuentra nada en los sectores laborales que la crisis se ha llevado por delante.

Es lógico que sean personas que viven de cerca esta realidad quienes protagonicen también la vida política de un país que quiere cambiar. Ser joven no es requisito imprescindible, pero sin duda ayuda. Empatizar con las ansias de cambio de esas generaciones frustradas es más sencillo para alguien que también lo ha vivido. Lógicamente, eso no me hace olvidar que me siento más cerca de Marcos Ana que del "pequeño Nicolás". Pero pudiendo tener la firmeza en los ideales de aquel y la juventud y brillantez de Alberto, ¿por qué renunciar a ello?

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