En
los últimos posts he ido reflexionando acerca de las posibilidades de un vuelcoelectoral, sobre las limitaciones de la acción de gobierno en el contexto
actual, y sobre la necesidad de no confiar todas las posibilidades detransformación a la acción institucional. Cabría añadir un último matiz que no
sé si llegué a apuntar: también las iniciativas ciudadanas pueden tener un
recorrido muy corto si renuncian a influir en el ámbito institucional. En
cuanto empiezan a suponer una mínima amenaza, salen al paso la maquinaria legal
y las presiones de todo tipo. Conviene, por tanto, no inclinar demasiado la
balanza únicamente hacia ese lado.
Una
vez recogidas todas estas reflexiones, llega el momento de valorar cómo actuar.
¿Es posible llegar a pensar en un movimiento amplio capaz de actuar en el
terreno de la movilización, de la acción institucional y de la construcción de
alternativas sobre el terreno, en una perspectiva constituyente? En mi opinión,
hay algunas señales que permiten ser optimistas, al menos para ir avanzando en
la confluencia en este momento “destituyente”. Es decir, ahora que se abrenbrechas en el régimen por la ruptura de consensos sociales y culturales y se
deslegitiman sus instituciones y sus partidos.
Aprendamos
para ello algunas lecciones de lo que ha pasado en las calles en los últimos
meses. ¿Dónde se está marcando la línea divisoria en la arena política? Entre
quienes apoyan las políticas de recorte que impone el memorándum y las
instituciones supranacionales y quienes se oponen a ellas. ¿En qué
reivindicaciones concretas coincide una parte del Parlamento y los movimientos
en la calle? En el corto plazo hay dos que ya resuenan tanto, por supuesto, en el 15M, como en la izquierda política o incluso en el ámbito de CC.OO. y UGT ysu Cumbre Social: referéndum y auditoría de la deuda. Y a medio plazo existen
otras coincidencias de fondo, aunque fuera siquiera en torno a cuestiones tan básicas
como las que se plantea en el Plan de Rescate Ciudadano: ni un euro más para
rescatar a bancos, servicios públicos de calidad, redistribución de la riqueza,
vivienda digna garantizada y profundización democrática.
Pensemos,
a partir de ahí en tres “sencillos” pasos, que creo que estamos en condiciones
de dar:
- Convocar una mesa de organizaciones políticas coincidentes con esos planteamientos básicos. Ese frente que se vio en el Congreso al levantarse de la votación delplan de ajuste (IU, ICV, CHA, BNG, ERC, Amaiur), junto a otras formaciones que puedan coincidir en esas reivindicaciones (Equo, IA y otras). Tratar de dar traslado al ámbito político de las reivindicaciones de la calle (como hicierapor ejemplo Coscubiela en la comparecencia de Rato trasladando las #PreguntasPaRato).
- Intensificar la agenda movilizadora en la calle, con la máxima unidad y respeto a la autonomía posibles. Esto debe combinar desde movilizaciones sindicales clásicas a convocatorias espontáneas por las redes, pasando por cortes de calle de funcionariado, paralización de desahucios, etc.
- Sobre la base de esa confluencia en la calle empezar a convocar desde abajo mesas plurales y abiertas, con la participación de organizaciones políticas y sociales y personas a título particular, para trabajar la idea de un “programa en movimiento”. Es decir, no de hacer un programa electoral al uso, sino de ir avanzando en torno a propuestas que sirvan a la vez como elemento movilizador (es decir, no solo se ponen en el papel, sino que se pelean en el plano concreto del derecho a la vivienda, a la educación, etc.) y puedan ser en el futuro bases para una actuación institucional que supere los referentes actuales.
Explico
bien esto último, no quiero que suene demasiado difuso. Es un programa en
movimiento, porque no se defiende con el discurso, sino con la acción, con la
defensa efectiva de derechos. Puede tratarse de acciones puntuales, como la
paralización de desahucios, el realojo de personas, o la defensa ciudadana de
derechos humanos. Pero también de crear tejido social a medio plazo, desde lo
local, haciendo realidad ese programa a través de la acción directa y
cooperativa.
Pero
es un programa, con todas las letras. Porque también tiene la vocación de
pelear en lo institucional, pero sin duda reformulando lo que existe. No tiene
sentido que la tarea de representación se piense igual con una sociedad movilizada
y unida en la calle, con gran exigencia de responsabilidad a los cargos
públicos. Eso, sin duda tiene que pesar. La próxima cita, salvo adelanto, son
las elecciones europeas en 2014. ¿Acaso sería tan difícil que de aquí a
entonces todas las fuerzas “antiplandeajuste” se unieran para tratar de dar voz
a ese movimiento ciudadano? Quiero pensar que es posible.
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