Un nuevo sentido común tras el 15-M (A salto de mata III)

Terminaba mi último post diciendo que "Si el 15-M tiene importancia no es solo por sus momentos de “explosión”, ni como una organización o movimiento social al uso, sino por la manera en que ha impregnado todo". Intentaré explicarme mejor.

Como decía recientemente Amador Fernández-Savater, “el 15-M no sólo es una estructura organizativa, sino sobre todo un nuevo clima social”. Ha dejado un poso importante en movilizaciones y organizaciones de todo tipo (basta ver esos cortes de calle de los que hablaba el otro día), y ha cambiado el enfoque de millones de personas que ahora mantienen una actitud más vigilante y crítica ante el desarrollo de la vida social y política. Hasta el punto de que ciertos discursos y razonamientos que antes eran compartidos solo entre sectores altamente concienciados y que sonaban radicales o exagerados, ahora se han convertido en parte del sentido común, de la opinión mayoritaria, aunque no siempre se exprese de manera compleja o bien fundamentada.

En ese nuevo sentido común existen dos grandes ideas de fondo, que interactúan de manera diferente con la izquierda política. Obviamente no se expresan individualmente de la manera en que las explicaré, pero interpreto que lo que late en el fondo es lo siguiente:

  • La primera gran idea es la de la necesidad de regeneración del país, de la vida en común y de su representación a través de las instituciones vigentes. Dichas instituciones se encuentran fuertemente cuestionadas por opacas, lejanas, corruptas y ajenas a la vida del común de los mortales. Cierto es que la izquierda participa en ellas de manera crítica, en la mayoría de los casos con otras formas y otras políticas, pero lo cierto es que tampoco se puede situar al margen de la crítica a las mismas, en la medida en la que ha confiado la mayor parte de su esfuerzo a la participación en ellas. La atonía social ha contribuido a que la necesaria discusión sobre los límites de las posibilidades de transformación desde las instituciones haya quedado postergada o limitada a debates de salón. Ahora, sin embargo, la izquierda se ve en la obligación de cuestionar su papel, porque aunque se la considere lo menos malo del conglomerado institucional deslegitimado, se la percibe como parte de ello.
  • La segunda gran idea, que tiene estrecha relación con la primera, consiste en que esas instituciones además de lejanas, corruptas, etc. se muestran incapaces de responder a las necesidades de la mayoría. De ahí esa idea de "democracia real", de que vaya más allá del plano formal. Hay una situación política, económica y social límite, no solo en términos de emergencia social, sino porque se ha llegado al límite de las contradicciones que podía soportar el sistema en muchos de sus pilares básicos. En primer lugar, porque como decía en un post anterior, se acabó la idea de “crecer para repartir”: simplificando mucho, o se crece, o se reparte. En segundo lugar, porque la soberanía de los Estados es más que nunca una ficción, y por tanto, se cuestiona la representación política como expresión democrática porque no es capaz de actuar en beneficio de la mayoría. Y, en tercer lugar, porque se ha incrementado la velocidad a la que es necesario tomar decisiones, lo cual muestra de manera mucho más evidente a qué intereses responden las decisiones públicas.
En este segundo caso, la izquierda sí se encuentra totalmente a favor de corriente, porque se trata de poner en el primer plano la democracia económica, material, y eso se expresa a través de demandas que forman parte del ADN de la izquierda y con las que ha sido razonablemente consecuente (garantía material de los derechos sociales). Sin embargo, hay que tener en cuenta que estas reivindicaciones se expresan con un lenguaje político diferente, más primario (más radical), en términos de bien común e interés de la mayoría sin identificarlo con la división izquierda – derecha, por más que coincidan en buena medida con los programas políticos de la izquierda. Esto tiene su explicación en el hecho de que no se identifica el problema con la implantación de políticas de derecha, sino con la existencia de un régimen que hace absolutamente inviable la puesta en marcha de otras decisiones que beneficien a la mayoría.

El problema en conjunto es, por tanto, un régimen con instituciones cerradas, privilegiadas, lejanas, que aparecen sometidas a la voluntad de la élite económica y que, por tanto, no se corresponde con la idea de democracia por no producir resultados beneficiosos para la mayoría. Es un discurso que, sin duda, nos suena, pero que no se articula en términos de izquierda-derecha sino de dentro o fuera del régimen, de la gente de arriba frente a la inmensa mayoría de abajo.

Ese discurso, que buena parte de la izquierda observa como amenaza, creo que por el contrario puede servir para reformular su proyecto en clave de mayoría social. Lo explicaré en el siguiente post.

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